La OTAN habla mucho de Rusia pero el conflicto central es con China

Un análisis de la última cumbre de la alianza atlántica permite entender su plan de imponer un ordenamiento global. Una gobernanza global con mínimas soberanías nacionales y máxima libertad de mercado sólo regulable por las grandes potencias.

La OTAN, controlada por EEUU, representa militarmente los intereses y los valores del mundo occidental, lo cual incluye la ideología de la Agenda 2030 (género, ecología, DDHH y otros), pero también de la discutible supremacía de su cultura, que pretenden universal y mejor que las demás. En su última reunión mantiene su convicción de la necesidad de imponer un ordenamiento global basado en instituciones supranacionales por sobre las soberanías nacionales, como arquitectura universal o “sistema internacional de normas”, que permita “ordenar correctamente” al mundo. Propone que las “normas” a impulsar deben ser homogenizadas, institucional, jurídica y económicamente, en base a los criterios occidentales, supuestamente universales. Un ensayo parcial o transitorio sería la Unión Europea. En resumen, un orden mundial basado en una gobernanza global supranacional, mínimas soberanías nacionales, máxima libertad del mercado, aunque admitiendo restricciones en base a intereses de las grandes potencias y una amplia circulación de personas, bienes y capital. 

Temas geopolíticos

La declaración final de la reciente reunión de la OTAN en Washington ofrece una confirmación de sus líneas argumentales idénticas a las reuniones anteriores (Madrid 2022 y Vilna 2023), pero en un tono mucho más agresivo, porque “Rusia constituye un grave peligro de seguridad para toda Europa”. Su belicismo se expresa en graves definiciones, como la continuidad de la guerra en Ucrania, hasta una utópica retirada de Rusia de todos los territorios ocupados durante su avance. En otras palabras, promete, en el largo plazo, un fuerte sostenimiento de Ucrania (Zelensky). Otra provocación es la de indicar la voluntad de incorporar Ucrania a la OTAN, lo cual significaría una declaración de guerra directa. Sin embargo, pese a que el presidente Macron prometió enviar tropas francesas al frente de batalla y con ello comprometer a toda Europa, en el documento no aparece ninguna referencia a ello, ni tampoco una amenaza en ese sentido. 

La realidad europea nos muestra a Viktor Orban, el primer ministro de Hungría y presidente temporario de la Unión Europea, trabajando para la paz, viajando a Ucrania, a Rusia y luego a la reunión en Washington, reuniéndose con Trump, pero no con Biden. Todo en abierto desafío a los belicistas que actualmente dominan el espíritu de la OTAN. También hay que destacar que Rusia no parece estar tan aislada como pretende la OTAN. No sólo por las recientes visitas de Putin a China, a Corea del Norte y a Vietnam, sino por la muy importante visita a Moscú del primer ministro de India, Narendra Modi, o las acciones de Arabia Saudita (socio de Rusia en la OPEP+) impugnando la confiscación de activos rusos, o las actitudes de Brasil, Turquía y otros. 

En relación a Medio Oriente, el documento destaca especialmente al reino hachemita de Jordania, un aliado clave pro occidental, para las proyecciones del ordenamiento deseado por EEUU y de Israel, en dicha zona. El problema de fondo es que su población es árabe musulmana, lo cual no favorece una política demasiado anti palestina.

Temas militares

EEUU y la OTAN tienen cierto respeto por los avances rusos en el campo de los misiles hipersónicos, es decir, reconocen una cierta ventaja relativa a sus sistemas de armas. Esto es visible en el fracaso de sus envíos de municiones y misiles teleguiados de alta tecnología, ya que los rusos han logrado anular sus sistemas de guías (GPS). Por ello en su declaración renuevan, en tono de amenaza, respuestas aún más fuertes.

Insiste el documento en la necesidad del gasto militar y la puesta en forma de la industria del sector, explicando que la guerra convencional demanda armamentos y municiones que no encuentran proveedores propios, manifestada en las faltantes de municiones y misiles para entregar a Ucrania. Problemas a los que se le suma las necesidades de proveer bombas y misiles a Israel, en su guerra destructiva de Gaza contra Hamás. Por eso se les solicitan a los países europeos aumentar sus respectivos presupuesto de Defensa.

La guerra irrestricta

El documento indica que la guerra híbrida plantea desafíos también en los campos de la información política, en particular la referida a la sociedad civil, especialmente para Europa. La respuesta sugerida contra Rusia sería acciones de la misma índole, para producir protestas y desestabilización. En resumen, proponen aumentar el estado de guerra interno en toda Europa, lo que incluye el control de las opiniones políticas, y en particular neutralizar las acciones rusas, que seguramente ocurren a ambos lados del conflicto. También las migraciones inducidas son acciones de guerra híbrida, no solo como amenaza cultural o demográfica, sino como una acción que produce conflictos desestabilizantes.

Dentro de las particularidades de la guerra híbrida, se manifiesta la necesidad de profundizar las capacidades espaciales y de ciberdefensa, tanto para los ciberataques como defenderse de ellos. Es que la guerra cognitiva, operada desde las plataformas cibernéticas o aquellas bajo control satelital, tanto para influir sobre la opinión pública, o para operar las acciones militares con estructuras de comando y control, o de inteligencia, o para atacar el funcionamiento de estructuras críticas, necesita una buena protección espacial. De hecho, existe una “militarización del espacio” por parte de todas las potencias, ya que el control satelital es clave en todas esas operaciones. Nada nuevo en todos estos temas. 

Globalización de la guerra 

El documento menciona 60 veces a Ucrania y 50 veces a Rusia. Pero introduce 15 veces una mención a China, lo cual revela que su conflicto central, sistémico, es con China porque “amenaza los intereses, la seguridad y los valores”, una clásica definición ya existente en documentos anteriores, aunque por primera vez reconoce a China como un aliado definido de Rusia. Recordemos que OTAN significa Organización del Tratado del Atlántico Norte, o Alianza Atlántica, siendo una alianza militar firmado en Washington el 4 de abril de 1949, luego de la II GM. Poco tendría que ver China en todo esto. Si bien EEUU tradicionalmente ha creído posible una cierta subordinación de China, hoy ya está convencido que China ha dejado la “neutralidad”, y es su claro desafiante global en todo el concepto de la guerra irrestricta o híbrida, incluyendo el militar, pese a la actual supremacía norteamericana en ese campo. Trump estaría muy focalizado en este punto y no tanto en Europa y en Rusia. Pero en el mundo actual todo está conectado ya que abiertamente el anterior poder hegemónico de EEUU está siendo desafiado a nivel global, y principalmente por China en el plano comercial e industrial. Pero China no se queda atrás y expande su influencia a todo el globo. Prueba de ello es que China está haciendo ejercicios militares en territorio de Bielorrusia, como parte de su conexión geopolítica con Rusia. Además, Francia fue expulsada del Sahel africano y con ello pierde presencia la OTAN en territorio africano (denominado por OTAN como su “flanco sur”), donde además hubo un gran avance de la influencia rusa.

Del documento se desprende que la OTAN se estaría proyectando para actuar en el ámbito global, ampliando su nor-atlantismo hacia el resto del planeta. El documento señala la decisión de coordinar acciones en el ámbito del Indo-Pacífico con la alianza AUKUS (Australia, Gran Bretaña, EEEUU), y con sus tradicionales aliados de Asia (Japón, Corea del Sur, Taiwán), en una maniobra de cerco sobre el continente euroasiático. Tampoco nada nuevo. Frente a una situación interna compleja y cambiante, frente a los avances de Trump en EEUU y de “Patriotas por Europa” de Orban y Le Pen, en Europa, ambos opuestos a ese globalismo ultra-occidental, se nota una clara radicalización del discurso belicista, entendida como maniobra política para consolidar su frente interno. Un salto hacia el abismo que condicione el futuro, sea quien sea que gobierne a dichos espacios. 


Ricardo Auer es consultor de riesgo geopolítico.

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