El plan destructivo del Gobierno tiene dos métodos, topadora y toma y daca. En la oposición hay quienes lo sacralizan, aún en contra, y los que se mueven. El papel de la CGT como polo. El sueño del liderazgo. A qué juega Kicillof.
Su Excelencia terminó la semana con una alegría. El viernes 3 de mayo se consumó la renuncia de Adriana Serquis, presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Su Excelencia el Presidente Javier Milei se la aceptó, y así dejó la CNEA una militante del Movimiento de Trabajadores Excluidos de Juan Grabois. Serquis incluso estuvo a punto de ser su precandidata a vice en la interna con Sergio Massa. Designada en 2021, física, Serquis venía contrariando el sentido común. El de Su Excelencia, pero no sólo de Su Excelencia, porque el sentido común suele ser un pariente de la holgazanería intelectual y el pensamiento político rutinario. Según ella, “cuanto peor estemos es más necesario, y no menos, invertir en algo superador, que pueda hacer pensar en un futuro posible, diferente y basado en otro tipo de recursos”. Lo dijo cuando todavía la pandemia de Covid-19 desparramaba incertidumbre y angustia. Cuando nadie advertía el huevo de la serpiente aunque, en ese mismo 2021, las elecciones llevaron a la Cámara de Diputados a dos novatos de la política partidaria, Victoria Villarruel y un tal Milei. Hasta entonces Milei era panelista de Intratables e invitado frecuente a la tele porque, sabrán ustedes, los exabruptos miden bien en el rating. Un ejemplo dado entonces por Serquis: “Tenemos en desarrollo un centro protonterapia único en el hemisferio sur, que va a poder dar respuestas a tratamientos de cáncer particulares”. Advirtió en ese momento que “cuando se detienen los grandes proyectos, parte de esa masa crítica de científicos se va a otros lugares, a otros sectores, y volver a formar la inversión que hizo el país en esas capacidades es tremendo, porque destruir es muy fácil pero reconstruir es más lento y difícil”. Quizás aquí esté uno de los nudos de lo que sucede hoy. Una parte de la oposición mira, alelada o ajena, testimonial, como si la acción no fuese necesaria en cualquier circunstancia. Y otra parte intenta, al menos, atenuar el nivel de destrucción. No alcanza a evitarla, por supuesto, pero tal vez en la módica pelea por la atenuación, pero pelea al fin, se produzca lo que Lula define como esencia de la democracia: el movimiento perpetuo.
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Para quienes, desatentos al fenómeno social que representaba el candidato Milei y sigue encarnando ahora Su Excelencia desde la Casa Rosada, vaticinaban un desplome a los 15 días o a los dos meses, porque “esto así no aguanta”, el Gobierno reveló que está comprometido con el objetivo de fondo, que es un nivel de destrucción irreversible, tanto con la topadora como con la muñeca. Acortó la Ley Bases y evitó quedar al borde del juicio político por traición a la patria debido a la suma del poder, según explica en esta misma edición de Y ahora qué? el constitucionalista Andrés Gil Domínguez. Consiguió los votos para la media sanción en la Cámara de Diputados de una norma que le da facultades al Presidente –a un Presidente con vocación totalitaria– y herramientas al Estado para facilitar la remesa de ganancias de grandes corporaciones argentinas y extranjeras. Si el Senado da el Sí, será gracias al RIGI, el régimen de inversiones que explica en detalle Guido Aschieri. Una remesa sin límites de tiempo y cantidad, al revés de lo que ocurre en el mundo, y sin la obligación, tampoco, de atender a las compras nacionales, es decir a que una parte del mercado de proveedores sea satisfecha por pymes domésticas. La letra “I” puede ser de inversiones pero también de grandes importaciones.
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El espíritu deflacionario lo explicó Su Excelencia en el standup de la Fundación Libertad (una pena que Mario Vargas Llosa no se dedique sólo a la novela, ¿no es cierto?) como lo analizan Enrique Aschieri y Jorge Landaburu en sus notas. El Gobierno sigue con el Plan Muñeca, a cargo del ministro del Interior y ex CEO de Aeropuertos Argentina 2000 Guillermo Francos. Como se recuerda, Francos llegó a ese puesto tras renunciar a su banca de diputado cavallista por “fatiga moral”, según su propia explicación. Estos días los legisladores actuales y algunos gobernadores lo vieron fatigar pasillos y, después, el martes 30, festejar la media sanción con el brazo en alto desde los palcos. Todavía le queda por delante insuflar recursos simbólicos a los senadores que deberían darle el número a Su Excelencia para que Bases pueda ser promulgada por el Ejecutivo. Es tan fuerte la concentración en esa meta que el Gobierno ya comenzó a bajarle el precio al Pacto de Mayo. Si se llega el 25 a Córdoba con todo firmado, bien. Si no se llega, también. En todo caso será culpa de la casta con la que tratan Francos, el asesor estrella Santiago Caputo, el Jefe Karina Milei y su operador Eduardo “Lule” Menem, menos enojón que su primo Martín, el que preside la Cámara de Diputados. Ninguno de ellos es exitista. Operan. Toman y dacan, aunque no se sepa bien qué diablos dacan. Si obras o amores. Si son amores, mejor para los que, en la política, viven de amores. Si son obras, es una gran noticia para las provincias que penan por la falta de fondos nacionales en obra pública: significa que sí hay plata. O sea que el “no hay plata” dista de ser un principio. Es una voluntad de ajuste que puede ser salvada por la necesidad política. Esto es obvio, pero cuando queda a la luz refulge. Es lo que Su Excelencia llamaría, en su barroquismo brutalista, Principio de Revelación.
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Desde que Su Excelencia asumió y se encierra en Olivos o en Casa Rosada, un hábito que sólo abandona para correr por derecha a ultraderechistas de la Argentina y de todo el mundo, las diferentes franjas de la oposición parecen tener un reflejo simétrico al que exhibían al subestimar a LLA Carajo: subestimarse a sí mismas. No hace falta ser el maestro Sigmund para saber que la fantasía es sana, porque sirve para sublimar, pero que puede tornarse frágil como un espejo antiguo. Una fantasía era que Su Excelencia se caería rápidamente a pedazos. Otra, simétrica, es que no hay nada que hacer. En el medio, el problema es a qué se opone la primera. Si es a la revolución –no importa si socialista, peronista, productiva, proletaria o francesa– y esa revolución es imposible, la conclusión será que Su Excelencia ha llegado a la Presidencia para ser tan eterno como su adorado Conan. El resultado de esa operación mental será la resignación, la falta de energía, el abandono y, sobre todo, la puesta a un lado de toda voluntad de construcción política y de toda vocación de poder. En cambio si lo opuesto de Su Excelencia es el movimiento perpetuo, siguiendo otra vez a Lula, todo paso tendrá valor potencial.
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La Argentina de Su Excelencia no está quieta. El martes 23 de abril se produjo una de las marchas más grandes de la historia nacional, quizás única por su pluralismo político y su policlasismo: la movilización universitaria en todas las ciudades del país. Sólo ocho días después, el miércoles 1ª de Mayo, la CGT convocó a una protesta luego de haber emitido un texto programático. Se incluye en esta edición de Y ahora qué?. No se publica como una muestra de la infalibilidad doctrinaria del movimiento obrero organizado, sino como base para el análisis y el debate. Un programa no cambia la realidad, pero el solo hecho de haberlo redactado revela una inquietud política no siempre presente. Indica que lo primero es la oposición, pero que será difícil sostenerla si no aparece un puñado de ideas y propuestas con la chance de ser transmitidas popularmente. El modo de transmitirles es variopinto, y va desde el bar hasta la última red existente, claro que sin exclusiones: de otro modo, si no hay intención de llegada, o si no se adapta la forma de esa llegada también a la vida cotidiana y a los hábitos electrónicos, todo quedaría entre convencidos. Un riesgo. Y una lástima.
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Las distintas movilizaciones tonifican y permiten negociar. O reducir el daño, ya que no eliminarlo, de la reforma laboral. O conseguir fondos para las universidades, aunque no sean todos los necesarios ni mucho menos. Son pequeñas victorias que sólo quedan como tales si, otra vez, no se las minimiza pensando que lo opuesto a Su Excelencia sería la resurrección de Juan Perón o Néstor Kirchner para liderar a la oposición más decidida a serlo. Y serán victorias pasibles de capitalización si hay rumbo. Cristina Fernández de Kirchner sigue jugando un rol importante, pero sólo en parte del Gran Buenos Aires y en provincias como La Rioja, y además dijo que otros debían tomar el bastón de mariscal. Pero no ejerce ya un liderazgo absoluto y nacional. La inexistencia de liderazgo, sea de quien sea, naturalmente crea angustia en una situación de crisis social, motosierra sobre la parte del Estado que no le interesa controlar a Su Excelencia, licuadora de ingresos y topadora contra las obras públicas. En ese estado de zozobra van surgiendo distintos polos. Intendentes radicales del interior, por ejemplo, cada vez menos dóciles frente al PRO, que al mismo tiempo está cada vez más dócil ante LLA Carajo. Notoriamente es un polo la CGT, articulada con las distintas regionales. Las dos CTA. Algunos sindicatos de peso, como Camioneros y Metalúrgicos. En este tablero, ¿qué papel juega Axel Kicillof? Si se les pregunta a quienes no lo quieren dentro del peronismo bonaerense, la respuesta será ésta: “Claro que lo respetamos. Que Axel se dedique a gobernar”. Traducción: “Que Axel no haga política, porque de la política se encarga Máximo Kirchner”. ¿Y qué sería, según ese sector, la política vedada a Kicillof? Armar. Hablar. Conversar. Reunirse. Recorrer el territorio y hacer que otros y otras lo recorran. Nacionalizarse del todo. Federalizarse. Pensar en las listas para el 2025. O imaginar quién sería el posible candidato presidencial del peronismo en 2027. De eso, entonces, nada. A gobernar se ha dicho. A sufrir con el recorte de fondos para el transporte, para la docencia, para las obras, para el funcionamiento de la Provincia, para la educación, para la comida escolar, que ya con ese calvario es suficiente. Lo cierto es que Kicillof no está hablando ni de listas ni de candidaturas. Ni siquiera de la suya para 2027, aunque en los actos lo saludan y le cantan “Presidente/Axel Presidente…”. Pero se mueve. El sábado 27 de abril a la mañana fue a un acto en Ensenada por el Canal de Magdalena, con el intendente Mario Secco de anfitrión. Poco después del mediodía se acercó a otro acto, en el que el intendente de Avellaneda Jorge Ferraresi dejó inaugurado el primer CCK, Centro Cultural Kirchner, fuera de la capital federal. Antes de los discursos, Ferraresi hizo pasar un video de homenaje a Néstor Kirchner, porque ese día se cumplían 21 años de las elecciones de 2003, en el que uno de los párrafos estaba dedicado a alertar contra la obsesión por las jefaturas y el culto a la personalidad. La presencia de Kicillof en ambos actos fue una forma de hacer política. Convalidó de hecho a dos figuras fuertes como Secco y Ferraresi. Pero completó su día haciendo de Mahatma Gandhi. En lugar de plantear un enfrentamiento con La Cámpora, Máximo o Mayra Mendoza, asistió a un acto en Quilmes en el que no fue mencionado ni invitado a hablar a pesar de ser, como gobernador, la principal figura política del peronismo en la Provincia. Las únicas oradoras fueron Mendoza y CFK. Él, entonces, ejerció la no violencia. Sin embargo, quienes estuvieron en el microestadio saben que, cuando entró junto con Andrés Larroque para sentarse en los lugares asignados en primera fila, saludó y fue vivado. No la tiene fácil con un Presidente como Su Excelencia. Pero sigue siendo, según todas las encuestas, como la de Shila Vilker y Raúl Timerman, el opositor mejor considerado a nivel nacional. Dedicarse hoy a la interna, dicen en su cercanía, no tendría otro sentido que sumar desgaste personal a la dificultad de gestionar. Armar es una cosa y otra, muy distinta, es dedicarse a la chiquita en medio de un gobierno nacional que es capaz hasta de descuidar la relación con los chinos. Que, como se sabe, son todos iguales.