La política exterior abandonó un punto de consenso, y fue evidente justo frente al viaje del secretario del Foreign Office David Cameron a Malvinas. Debe tenerse en cuenta que constituyó la primera visita de un canciller británico a las islas en 30 años.
El gobierno de Milei-Villarruel ha desestabilizado a uno de los pilares de la política exterior argentina, el consenso básico sobre la reafirmación de soberanía sobre Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes y el consiguiente rechazo de las acciones coloniales británicas en el Atlántico Sur. Este consenso estuvo bajo tensión en distintas ocasiones, especialmente durante los gobiernos de Menem, De la Rúa y Macri, pero nunca se abandonó. En un momento clave, marcado por la presencia en Malvinas de una de las más destacadas personalidades de la política y el gobierno británicos, la Cancillería omitió fijar una posición pública y oportuna de rechazo a esa provocación, hecho gravísimo que generó conmoción en amplios sectores de la opinión pública argentina.
Merece ser analizado lo ocurrido en dos momentos sucesivos. El primero, durante la presencia de David Cameron en el corazón del área que se encuentra bajo disputa de soberanía: Puerto Argentino y la base militar de Monte Agradable. El segundo, durante la reunión que mantuvieron la canciller Diana Mondino y el funcionario británico en Brasilia.
Para poner en contexto lo acontecido, resulta necesario recordar que el pasado domingo 18 de febrero el gobierno británico anunció la inminente visita del secretario de Relaciones Exteriores David Cameron a las islas Malvinas. Al día siguiente, lunes 19, Cameron llegó a Monte Agradable y de allí se dirigió a Puerto Argentino. El funcionario británico reafirmó la posición que Londres repite desde hace décadas: las Malvinas forman parte de la gran familia británica y el Reino Unido seguirá sosteniendo y apoyando el pretendido derecho de autodeterminación de los isleños, principio que ni la Argentina ni la comunidad internacional reconocen como aplicable en la Cuestión Malvinas dada la existencia de una disputa de soberanía provocada por una violación de la integridad territorial argentina. El miércoles 21 se encontró en Brasilia con la canciller Diana Mondino en ocasión de la reunión de Ministros de Relaciones Exteriores del G-20.
El silencio de la Cancillería frente a las provocaciones generó una significativa reacción de organizaciones de veteranos y familiares de caídos, de los gobernadores de Tierra del Fuego y Provincia de Buenos Aires y de funcionarios de otras provincias, de legisladores nacionales, especialistas y periodistas. Alguna versión periodística destacó, además, que la falta de reacción provocó malestar en el propio Palacio San Martín, especialmente entre diplomáticos de carrera.
El martes 20, a 24 horas de la llegada de Cameron a Malvinas, cuando las críticas arreciaban, la canciller Mondino publicó un mensaje en la red social X en el que le agradeció al funcionario británico haber ido a las Malvinas, calificándola como una visita a la Argentina. Lo que parece haber pretendido ser una ironía le abrió un nuevo frente de críticas a la canciller. El miércoles, tras el encuentro en Brasilia entre ambos cancilleres, el gobierno se preocupó de instalar a través de los medios oficialistas que Mondino le habría expresado a Cameron en duros términos el malestar por su incursión en el área disputada. Los británicos no han acusado recibo de esas expresiones. Cameron, en cambio, sostuvo que la reunión abre una “nueva era” en las relaciones bilaterales y el Foreign Office, en su comunicado oficial, volvió a la carga con el planteo de la autodeterminación de los isleños.
Del análisis de lo sucedido queda muy claro que la posición del gobierno de Milei-Villarruel fue de pasividad y negativa a la reacción frente a un acto de abierta y grave provocación del gobierno británico. El presidente no se refirió al tema, la Cancillería omitió actuar y expresarse, el vocero presidencial Manuel Adorni relativizó el hecho diciendo que se trataba de una decisión del gobierno de otro país sobre la que la Argentina no se expresaría (no parece haberse enterado que los hechos ocurrieron en territorio nacional argentino) y la vicepresidenta mantuvo riguroso silencio sobre el asunto. Recién el viernes, ante el cuestionamiento de la senadora fueguina Eugenia Duré en la sesión de la Cámara de Senadores, en lugar de condenar la presencia del canciller británico y la actitud de su gobierno, Villarruel se manifestó duramente contra los requerimientos de Duré alegando ser hija de un veterano de guerra.
Debe tenerse en cuenta que el viaje de Cameron constituyó la primera visita de un canciller británico a Malvinas en 30 años. Ante un hecho de semejante envergadura y gravedad correspondía, sin lugar a dudas, el rechazo, protesta y emisión de un comunicado oficial. La acción de Cameron desafió al gobierno argentino y al derecho internacional, con total desprecio por las 50 resoluciones que la Asamblea General y el Comité de Descolonización de Naciones Unidas han emitido sobre la disputa de soberanía y al proceso de descolonización.
La protesta diplomática es el instrumento que prevé el derecho internacional para manifestar el rechazo de acciones que atentan contra los intereses de un país. No se trata de un acto hostil, como parece asumir el actual gobierno, sino de la declaración que niega legitimidad a una determinada situación, frente a hechos que exigen toma de posición. En relación con la Cuestión Malvinas la protesta debe ser, además, pública, ya que se trata de una política de Estado fundada en una causa nacional que involucra al pueblo argentino.
Era previsible que la pasividad y silencio del gobierno argentino produjera un aprovechamiento de las circunstancias por los británicos que no pierden ocasión para actuar en función de consolidar su posición colonial. Nunca hay que subestimar a la diplomacia británica, una diplomacia que nunca descansa en el intento de hacer valer sus intereses permanentes en el Atlántico Sur.
En segundo lugar, debe prestarse especial atención al encuentro entre Mondino y Cameron ocurrido en ocasión de la reunión de Ministros de Relaciones Exteriores del G-20. Cameron expresó en la red social X que “el Reino Unido y la Argentina están construyendo una relación positiva de beneficios mutuos, incluso a través de vínculos comerciales cada vez mayores” y habló de “una nueva era de relaciones” entre ambos países. Mondino, en la misma red social, sobreactuó publicando una foto en la que ella aparece con rostro adusto bajo la frase “Poniendo las cosas en su lugar”. El contraste de ambas publicaciones permite sacar dos conclusiones: 1. Mondino necesitaba hacer control de daños sobre las críticas que estaba recibiendo por su accionar desaprensivo; 2. El gobierno debía disimular el contenido de lo acordado, expresado en la última oración del comunicado de la Cancillería argentina sobre la reunión: “A pesar de esa situación [la existencia de un desacuerdo sobre la Cuestión de las Islas Malvinas], señalaron la relevancia de avanzar en la cooperación en áreas mutuamente beneficiosas.”
Este es el núcleo central de todo lo ocurrido en la semana. Repitiendo textualmente el lenguaje que fue utilizado en el Comunicado Conjunto del 13 de setiembre de 2016, el ignominioso pacto Foradori-Ducan, se plantea una vuelta al esquema de cooperación entre la Argentina y la potencia usurpadora en el Atlántico Sur. Esas políticas de “cooperación sobre áreas mutuamente beneficiosas”, vigentes durante las gestiones de Menem, De la Rúa y Macri, no produjeron otro resultado que el afianzamiento del posicionamiento colonial de Gran Bretaña en el Atlántico Sur y la clausura de cualquier diálogo que tuviera que ver con la cuestión de la soberanía.
No hay espacio aquí para un desarrollo completo de las consecuencias de esa política en esos años, por lo que sintetizaré las principales consecuencias del Comunicado Foradori-Duncan. Ese pacto debilitó la posición argentina, cediendo todo lo que el gobierno británico pretendía bajo el compromiso argentino de “remover los obstáculos para el crecimiento económico y desarrollo sustentable de las islas”. El Reino Unido consiguió:
* El anhelado vuelo Malvinas-San Pablo, fundamental para facilitar el recambio de tripulaciones de buques que operan en la pesca ilegal y personal militar. Abaratamiento del costo de la ocupación colonial, en definitiva.
* La provisión de información estratégica sobre los recursos pesqueros argentinos a través de la reactivación del Subcomité Científico de la Comisión de Pesca del Atlántico Sur. Otra «ayudita», en este caso en favor del fortalecimiento de la pesca ilegal en las aguas argentinas usurpadas.
* La firma de un Memorándum de Entendimiento de Cooperación Antártica entre el Instituto Antártico Argentino y British Antarctic Survey que habilitaba la participación de buques y aeronaves británicos con registro y bandera ilegal de Malvinas en las operaciones del Programa Antártico Argentino.
* Un compromiso de cooperación de las Fuerzas Armadas argentinas y las Fuerzas Armadas británicas, es decir un esquema de cooperación militar con quienes imponen por la fuerza amenazante la usurpación de una parte de nuestro territorio nacional.
Resulta previsible que este tipo de medidas se intenten restablecer a partir de esta “nueva era” en las relaciones entre la Argentina y Gran Bretaña, que consiste en un nuevo proceso de desmalvinización de la agenda de política exterior. Frente a la desmalvinización no se admite otra cosa que la resistencia.
Guillermo Carmona fue diputado nacional y secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur.
Mientras sigamos pensando que son Macri y Milei quienes someten al pueblo y a la Argentina toda…. nos seguimos equivocando……en esto esta toda la derecha mundial. Estos dos son titeres….el pueblo todo tiene que tomar consciencia ….a donde y como debe apuntar…..esto es una replica de la novela LA CASA TOMADA!!!
Los «dirigentes» cada uno hace cosas aisladas.
Nunca más acertado en sus criterios. Mientras el gobierno profundiza las crisis internas intencionalmente, avanza en la entrega de la soberanía nacional.